3 abr 2011

HISTORIAS DE ABOGADO - EPISODIO 14

Mis desventuras en la audiencia del caso de Mariano Ferreyra






El 22 de febrero de 2011 fueron detenidos José Ángel Pedraza y Juan Carlos Fernández, ambos de la Unión Ferroviaria. Luego de declarar, también fueron procesados como instigadores del homicidio de Mariano y encarcelados preventivamente. Su abogado apeló la decisión y el viernes 1º de abril se realizó la audiencia ante la Sala I, integrada por los jueces Barbarosch, Bunge Campos y Rimondi.


Cuando llegamos con Diego Morales y Maxi Medina a la audiencia, ya estaba todos sentados y nosotros no teníamos una mesa con dos sillas como los demás: las querellantes Claudia Ferrero y María del Carmen Verdú, el fiscal Fernando Fiszer, el abogado defensor Carlos Daniel Froment (Pedraza y Fernández), la abogada defensora de Claudio Alcorcel y el abogado defensor Oscar Igounet (Uño).


Conclusión, Diego y yo nos tuvimos que sentar en dos sillas destinadas al público y separados a metro y medio de distancia. Nuestro lenguaje por señas mejoró notablemente debido a esa circunstancia. El problema no era estar sentados en ese lugar, dado que las sillas eran iguales, sino no contar con una pequeña superficie donde apoyar el código y nuestro apuntes y escritos. Así que a apretar las rodillas y tratar de que nuestras piernas fueran algo análogo a un pequeño escritorio.



A Diego le salió bien, a mí, no. En un momento de mi intervención se me cayeron todos los papeles al suelo. Mi primera reacción fue levantarlos. Pero entre la dificultad que significa mi panza para agacharme, y la escena que me representé en mi cabeza (todos esperándome mientras yo andaba gateando y levantando papeles), opté por decir:

—No, para qué los quiero.


Y seguí tranquilamente con mi argumentación, retrocediendo un poco en mis dichos para que nos ubiquemos nuevamente en el momento anterior a la caída de mis papeles. Creo que ví por el rabillo del ojo derecho que Igounet los levantó. No contento con eso, insistía en dármelos (estaba sentado muy cerca mío), y yo le hacía señas con bastante mal modo de que no me diera nada, hasat que desistió y terminó por dárselos a la secretaria, ya que yo seguía concentrado en mi exposición.


Como si con eso no fuera suficiente, en un momento quise mencionar a Fernández y a Pedraza… y no me salía el nombre de Pedraza… Explico el porqué. En mi ciudad natal hay una empresa de nombre FEPASA, y varias veces en las que discutíamos el caso con Diego, Maxi Medina y otros abogados, yo medio en joda rebauticé al ferroviario con el nombre de esa empresa. Molesté tanto con eso que terminé por confundirme y en ocasiones, en esas reuniones internas, me equivocaba en serio. Entonces, en ese momento, como debía decir su nombre, estaba por decir, efectivamente, "Pedraza", pero me entró una súbita y enorme duda. Por ello me dí vuelta hacia la izquierda y mirando a Diego con absoluta tranquilidad, le dije:


—… Cómo es ése de quien nunca me sale el apellido…


A lo cual Diego y varios más dijeron “Pedraza”. Tras lo cual seguí hablando como si nada pasara. Un amigo de Facebook, Leonardo Nijamin, me dijo que le gustaría alguna vez venir a una audiencia conmigo porque le parecían divertidas mis reacciones ante imprevistos como estos. Esta entrada intenta, entre otras cosas, explicar que jamás reacciono de esa manera pensando en que puede resultar divertido.


Durante un juicio o una audiencia, lo único que uno no puede hacer es paralizarse, o quedarse callado. Frente a episodios como éste, apelé a la más brutal honestidad, en un intento de minimizar esos episodios y, lo más importante, que ellos no me paralicen o me hagan poner nervioso.


Con total sinceridad, me parece mucho más razonable elegir la opción que reduzca el efecto distractivo del hecho, y que, al mismo tiempo, me permita continuar con lo que estoy diciendo sin perder la atención del tribunal. Si no encontrara ninguna alternativa que me permita lograr ese efecto, entonces lo mejor sería solicitar un breve cuarto intermedio, pues contamos con pocos y valiosos minutos para ser oídos por el tribunal, y ese tiempo no puede ser desperdiciado.

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