3 ago 2009

EL DESERTOR. PARTE III

El conscripto Bovino en campaña
dedicado a Mena
La segunda parte aquí 

Pasaron los días y llegó el momento de partir desde nuestro maldito batallón, hasta el más maldito lugar donde sería la campaña. La Armada tenía un campo en una zona cercana a la Ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires, llamada Parque Pereyra. Por allí cerca, y lejos de toda mirada pública, se hacían las malditas campañas.

Después de haber cargado las mil y una porquerías que debíamos llevar a campaña, para jugar a la guerra, cuando llegamos no sólo tuvimos que descargarlas, sino que también tuvimos que armar tiendas, acomodar fusiles y municiones, armar la gran tienda donde se hacía el “rancho” —cocina/comedero en lenguaje infantemarinesco—. Háganse la película por un minuto de mi indescriptible destreza para semejantes labores.

Habremos llegado alrededor de las 9:30. Para las 10 estaba todo armado, a pesar de mi presencia. Para las 10:15, mi deplorable estado físico ya me impedía seguir cualquier tipo de orden que me dieran de manera inmediata. Por este motivo, tuve “relaciones carnales” con plantas espinosas de todos los colores.

Y de pronto, ocurrió un milagro. Se largó a llover de manera torrencial, de un modo que nos impedía ver algo más allá de una distancia de dos o tres metros. Mi amigo el oficial y todos los suboficiales corrieron a guarecerse bajo la gran tienda del rancho, donde los cocineros ya habían encendido el fuego y comenzado a hacer su trabajo, que consistía, básicamente en dar de comer razonablemente bien a todos menos a sus compañeros, esto es, a nosotros, los soldados.

Para no ser los únicos que tenían un comportamiento absolutamente inapropiado para un buen infante de marina, y totalmente adecuado para el resto de los miles de millones de personas que habitamos este planeta, nos ordenaron que también nos protegiéramos del terrible aguacero. Imagínense la foto: 120 boludos soldados, más seis o siete más boludos que nosotros, infantes de marina por elección, debajo de una tienda, apretujados, y respirando todo el humo del mundo que se resistía a salir de la tienda y a mojarse con la lluvia, como cualquier humo normal y civil.

Como a la media hora, mi amigo el oficial jefe de compañía tomó la sabía decisión de suspender la campaña y de regresar a la civilización. Oculté mi inmensa alegría por tan afortunadísimo suceso, y puse, como un infante de marina siempre debe, mi mejor “cara de guerra”. Sin embargo, el traicionero humo me jugó una mala pasada y comenzaron a lagrimearme los ojos.

Y en ese momento ocurrió lo que jamás debía haber ocurrido. El oficial me gritó, con su mejor voz de infante de marina:


- ¿POR QUÉ MIERDA LLORA, CONSCRIPTO BOVINO?

Y sin que funcionara ni uno solo de mis pocos frenos inhibitorios, contesté con mi fantástica “cara de guerra”:

- ¡PORQUE SE ACABÓ LA CAMPAÑA, SEÑOR GUARDIAMARINA!

Y carcajada inevitable de los 126 boludos presentes. Y también inevitable,

- ¡BOVINO, CARRERA MARCH, CUERPO A TIERRA, COJA ESOS CARDOS…! (N. del T.: en lengua argentina vulgar, follar, tener relaciones sexuales).

AB
PS: ¿Y todo esto qué tiene que ver con el caso Correa Belisle? Muy poco, pero después les cuento. Aclaración más que innecesaria para posibles despistados: el soldado de la foto no es el conscripto Bovino...


La cuarta y última parte aquí...


5 comentarios:

Tomás Marino dijo...

¿Cómo no contaste esto antes? Es buenísimo!

Yo lo RE pondría en mi Currículum.

Abajo de antecedentes académicos, pondría "Antecedentes Militares":

* Fui nombrado el peor soldado del Batallón de Seguridad del Comando en Jefe de la Armada golpista de Massera y declarado desertor por acta Nro X.

Para mí que suma.

Muy buen relato, insisto.

Alberto Bovino dijo...

Tomás:

Si contara todas las que se mandó Cuatri4 en su vida, me meten en un psiquiatrico.

Gracias por el comentario.

Abrazo,

Alberto

Agustín Eugenio Acuña dijo...

Es bárbara la historia! Espero el final y la relación!

Alberto Bovino dijo...

Ahí está, pero en realidad éste debería ser el final, y no la cuarta entrega.

Gracias y saludos,

AB

ignacio dijo...

Que gran historia!! me rei muchisimo, sobre todo con lo del llanto. Es un relato para las memorias de Bovino, un abrazo!